17/02/2024

Picoto Fernández y su contribución a la expansión turística de El Cóndor

Picoto Fernández y su contribución a la expansión turística de El Cóndor

Muy pocos saben el retrato íntimo de un pionero del balneario El Cóndor. Una cosa era la villa con la gente que sentó sus reales allí, y otra fue la historia desde que Picoto Fernández se instaló a mediados de la década del ’70 en La Boca, como le llaman los lugareños. Este año cumplió 50 años viviendo frente al mar y su sobrenombre proviene de “nariz grande”.

José Luis Fernández nació en Viedma el 6 de marzo de 1942 dentro de una familia numerosa cuyo padre era zapatero en la esquina de Mitre y Rivadavia. Pasó por numerosos oficios hasta que recaló con su despensa en El Cóndor.

Hoy, gracias a su fama de incansable pescador junto al entonces delegado municipal Edgardo Roberti. Fue a mediados de los ’80 que luego de cerrar el negocio, ambos caminaban unos 1.000 metros desde el faro Río Negro por la playa porque habían descubierto un sitio fantástico para la captura de corvinas, pescadillas y pejerreyes.

Un día los encerró el mar en una jornada de pesca, y desde ese momento, Picoto se convirtió en visionario que hizo realidad su sueño de crear un pesquero y otro sitio para veranear. Ahí se les ocurrió cavar el acantilado de 38 metros de altura, y luego llegar al mar por arriba instalando una escalera.

Trabajaron a pico y pala escarbando el acantilado hasta unos 16 metros. “Me decían que estaba loco. Yo le pagué a los peones, y luego tuvimos que construir una escalera de unos 18 metros porque habíamos tocado la roca y el acantilado se desmoronaba alrededor”, cuenta a NoticiasNet luego de visitar a su vecino de enfrente, Félix Sabatella.

Recibió donaciones y ayuda, pero como buen soldador la unión de caños tubing estuvieron a su cargo. Destaca la colaboración de mucha gente con aporte en materiales como algunos empleados municipales que en sus horas libres aparecían para trabajar en el acantilado. Recuerda a Felix Illesca, Leónidas Lagos, Héctor Miño, Juan Duarte, Juan Tripailao, entre otros, a la vez que sumaron su aporte en materiales Carlos Goicoechea, Carlos Steding, Rubén Urrutia, Mario Porreti, Rubén Ignisci y de los corralones Rossi y Cirillo.

“El día que pusimos la escalera me di cuenta que había calculado mal porque yo no soy ingeniero, así que tuvimos que colocar una plataforma con una bisagra para unir el acantilado con la escalera, y además tuve que emparejar los escalones porque estaban en pendiente”, rememora.

Desde mediados de los ’80, ese rústico lugar fue creciendo entre pescadores y veraneantes, tras lo cual en 1994 se concretó una bajada asfaltada junto a la nueva traza de la ruta provincial N° 1, entre Viedma y la villa marítima. Toda esa energía vital de Picoto y sus amigos, resuena en la actualidad como un sitio distinguido entre las extensas playas de La Boca, como le llaman los lugareños por el derrame de las aguas del río Negro en el Atlántico.

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