03/05/2019

Nunca es tarde para aprender

Un trabajador de la Comisaría de la Familia, Mario Andrés, realizará un Centro de Alfabetización para aquellos vecinos que no tuvieron la oportunidad de saber leer y escribir.

Nunca es tarde para aprender

Mario Andrés, quien es trabajador social e integra el equipo técnico de la Comisaría de la Familia de Viedma, tuvo la iniciativa de realizar un Centro de Alfabetización para aquellas personas que nunca tuvieron la chance de aprender a leer y escribir.

Su idea fue rápidamente apoyada por la jefatura de la dependencia policial y sus compañeros.

De esta manera, la primera clase será este lunes a las 18.30 en la sede vecinal de las 915 Viviendas que nuclea a los barrios América y 20 de Junio.

Andrés ya tiene experiencia en este tipo de acciones. En 2014 estuvo a cargo de un grupo tras un convenio entre el Ministerio de Educación de Río Negro y Educación de Nación. Ese acuerdo luego quedó nulo pero él siguió con las enseñanzas, por lo que sabe del cambio que produce en la vida de las personas escribir una primera carta, un mensajito de texto a través del celular o poder concurrir a la biblioteca y escoger los libros que más gustan.

En Viedma se estima que hay al menos mil personas analfabetas y actualmente existe un solo Centro de Alfabetización en el Galpón Amarillo del Hospital Artémides Zatti.

Consultado sobre los primeros pasos en este aprendizaje, Andrés comentó: “Trabajamos mucho con dos etapas, una etapa tiene que ver con la escritura y otra con los números, con Matemática, y lo que hacemos es básicamente animarlos e incentivarlos a introducirse en el sistema formal, que ellos puedan continuar con sus estudios”.

Amplió en ese sentido que el aprendizaje no es una transferencia de conocimientos a secas sino que es mutuo, “es una construcción diaria entre los dos porque hay algo que la persona tiene que yo no sé, que yo deseo aprender y la persona quiere aprender algo que yo tengo. Entonces, tratamos de construir algo y en esa construcción planteamos un espacio en el que podamos crecer mutuamente y aprender del otro. Son grandes experiencias que tenemos”.

Una vez que se termina la etapa de escritura, se invita a las personas a que escriban una carta y se la dirigen a algún familiar, a un amigo o a alguien que ellos deseen. Esa pequeña acción “sorprende e impacta en la familia”.

Relató además que es un estímulo muy grande para la independencia de estas personas, que por lo general tienen más de 50 años y por equis circunstancias no han podido estudiar o han tenido que abandonar sus cuadernos para salir a trabajar y mantener a sus familias.

La típica frase popular “Más vale tarde que nunca” encaja perfectamente en esta cuestión, dado que el primer desafío a derrumbar es el animarse a conocer, quitarse ese prejuicio de que uno ya es grande y no está para esas cosas.

Andrés señaló al respecto: “Yo no puedo decirle a nadie si es grande o no, pero siempre se está tiempo de poder estudiar, de tener la oportunidad de penetrar en todo lo que tiene que ver con la educación, aprender a desenvolverse o enfrentar nuevos desafíos”.

Detrás de cada persona hay una historia de vida y el hecho de que esas vivencias se puedan plasmar en un papel es de suma importancia. Andrés dijo que lo primero en lo que piensan es que la persona se haga amiga del lápiz, que quien no agarró un lápiz por mucho tiempo lo haga sin temores.

“Es una manera de poder ayudarlos en algo que quizás por vergüenza, timidez o algo no se anima pero uno también tiene algo que va a aprender de ellos. Cuando se va avanzando van viendo que pueden, son muy prolijos por lo general, son muy delicados, vos les das tareas o consignas y la hacen. Vienen con todo hecho, una vez que nos vamos conociendo tienen ese deseo de aprender, van viendo qué le aporta la alfabetización, qué le aporta el espacio, qué puede aportarles a la vida de ellos”, sostuvo.

Remarcó que hay una sensación de gratificación absoluta porque el esfuerzo valió la pena y “la familia cuando empieza a ver eso empieza a ver algo diferente, le gusta, los emociona ver al abuelo o a la mamá superarse, es inspirador para la familia”.

Recordó de esa manera a una mamá que no sabía leer ni escribir y le mandó un mensaje de texto a su hijo que estaba estudiando en La Plata. “Le puso ‘Hola hijo, ¿cómo andas? Saludos’. El hijo la llamó y le preguntó ‘¿Sos vos mamá?’. Le contestó ‘Sí, soy yo’ y el chico se largó a llorar porque sabía que su mamá no sabía leer ni escribir. Eso lo llenó”.

Contó que hubo otra mamá que estaba terminando la parte de escritura y le mandó una carta a su hija que le llegó el Día de los Enamorados. “Su hija después posteó algo en el Facebook acerca del amor, no del amor de parejas sino del amor de madre e hija y cómo la mamá la había sorprendido. Eso fue algo fuerte, ellos cuentan cómo reciben esas cosas sus familias, sus nietos, que su abuela sin importar las dificultades y cosas que vayan pasando tienen ese deseo de seguir aprendiendo. Eso les marca algo y a nosotros también porque en ellos hay una historia de vida que yo desconozco, un montón de cosas que han pasado y al escucharlos uno aprende. Yo siempre digo que son más las cosas que yo aprendo que las que les puedo compartir, las vivencias que quedan son un gran aprendizaje para mí y para sus familias”.

Acciones tan simples como escribir una carta para una persona analfabeta es muy enriquecedor y luego de eso se abre un universo de oportunidades.

Andrés destacó que cuando terminan el ciclo de escritura y de lectura todo el grupo va a visitar una biblioteca y allí verdaderamente se aplica el dicho de Jorge Luis Borges de que el paraíso es como una especie de biblioteca.

“Algo que hicimos la última vez que estuvimos en el Centro fue llevarlos a la Biblioteca de la Legislatura para que conozcan. El personal muy amablemente nos atendió, hicimos un recorrido por todo el lugar y nunca habían entrado en una biblioteca. Entonces, las chicas que estaban ahí les hablaban, les explicaba cómo eran los tipos de libros que había, les preguntaban qué cosas les gustaba leer y fue una experiencia única para ellos”.

“Se van animando porque van conociendo, ven que tienen un espacio a dónde ir para estudiar si en su casa hay mucha gente. Cuando las personas ya pasaron la etapa de la escritura podían mirar los libros, consultar, sacar información de héroes de la Patria o cosas así que ellos iban buscando. Fue algo muy bueno” recordó con emoción.

El trabajo de Andrés y sus compañeros excede la labor diaria de la Comisaría de la Familia que atiende decenas de casos diariamente. Por eso, como es a voluntad se necesitan donaciones de cuadernillos, lápices negros y de colores y gomas que se pueden acercar a la dependencia de México 114 (frente al barrio 20 de Junio).

Cada uno aporta algo diferente para poder ayudar con personas que en su trayecto de vida no han podido tomarse un tiempo para estudiar y estas pequeñas grandes acciones hacen grande a nuestra ciudad.

Así como uno ya no es el mismo cuando sella su paso por la Primaria o la Secundaria, una persona analfabeta transforma totalmente su vida cuando puede escribir las estrofas de la canción más le gusta o puede leer el libro cuya tapa siempre le despertó curiosidad.

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