Por Claudio Andrade

Fernando Noy es un ecosistema. Un artista en pleno o todo lo que uno podría imaginar y esperar de un artista genial. Si existiera un formato de currículum vitae para él, sería interminable, pero también sorprendente.

Su obras son como aventuras, conectadas por un hilo secreto. Solo por mencionar. Apenas una pátina de color en la pintura gigantesca que es “La Noy”. Fue reina en el Carnaval de Bahía. Poeta consagrado. Compañero de ruta de Batato Barea. Letrista y compinche de Fabiana Cantilo. Amigo de Alejandra Pizarnik. Cuentista. Productor. Animador del under porteño. Bailó el Mahabhárata en Cemento en los 90. Y hay tanto más.

Lo último que salió con el sello de su persona fue el video homenaje “Viva la poesía viva”, un video documental dirigido por Martín Wain.

La propia semblanza de Wain al video que se entrenó este año en Buenos Aires hace comprender a parte el torbellino que es Noy.

“Metamorfosis ambulante, transmutante y pasajera, Fernando Noy es un creador. La poesía está en su cuerpo, en sus textos -que ya no son propios, sino de las multitudes- y en su memoria. Por veneración, recita. Por necesidad, escribe. Artista de mil aventuras, la poesía es para él pura salvación”, lo define el director.

En sus libros hay ejercicios de la más pura poesía. Delicada, frágil, como una flor pero siempre viva, siempre, en proceso de reinvención.

Aquí un ejemplo de su bella poesía bajo el título de “Tu corazón”

Perro cansado
Aunque carne
Hoy comió
También huesitos crujientes de alegría
Sólo así
Cada gruñido
Le permite seguir fiel
Incluso con la rabia.

Noy es también un imán para los demás célebres o anónimos. Conoció a Luca Prodán, a Borges. Y de él contó alguna vez a este cronista:

Yo iba en un colectivo y lo veo. Veo que nadie lo ayuda a cruzar la calle y me bajo corriendo y voy y le digo: "Usted es Borges", el me responde: "Sí ¿y usted?". Entonces le digo mi nombre de pila y me pregunta: "¿Y su apellido?". "Noy", le respondo. "¿Noy? ¿Es usted algo del malevo del Abasto, Noy?". "Sí le digo es un familiar". Entonces nos pusimos a charlar hasta que lo dejé a las puertas de la Biblioteca Nacional en calle México. Había un montón de gente mirándolo mientras él me contaba cosas del malevaje, un tema que le fascinaba.

Pero hay demasiado por contar, por decir, por susurrar.

En enero, por ejemplo, será la presentación de su libro “Postales Alucinadas”, 40 poemas editados por la editorial Salta El Pez.

“La escritura es la posesión total al escribir y a la vez en la poesía no existe la posesión. Es un reflejo de mi mano y no quiero decir más mi libro aunque son poemas escritos hace unos cinco años”, le cuenta Noy a El Cordillerano.

Noy es la dicotomía, la paradoja, el resultante inesperado.

Nació en San Antonio Oeste, pero se mudó con su familia a Ingeniero Jacobacci donde vivió hasta empezar la secundaria que hizo en Buenos Aires, en el mismo colegio que Charly García.

“Jacobacci me sirvió mucho en información poética, mucho. Siempre vuelvo a Jacobacci en mi mente, era un pueblo encantador. Yo nací en San Antonio Oeste y mi infancia la pasé en Jacobacci, y ahí siendo niño ya escribía poesía, sobre la nieve. Me recuerda a los paraísos de Juan Rulfo. Aparentemente vacíos pero lleno de cosas”, explica.

Pero también pasó por Viedma, Carmen de Patagones. “Otro lugar fascinante”, dice.

Su historia ya es un clásico. En los 70 partió al exilio en Brasil. En Salvador de Bahía se convirtió en la reina de la celebración. Tomó contacto con leyendas de la música como Gal Costa y Caetano Veloso.

Volvió a Buenos Aires de la mano de Mercedes Sosa quien lo puso a su vez en relación con músicos argentinos del folclore. Su salto al rock y al under también está muy documentado.

Porque toda vez que mencionas un nombre de peso allí está Noy, como para confirmar que los demás también existieron.

Hoy se lo reconoce como fundador del under, si bien Noy dice ser muchas cosas al mismo tiempo.

“Mi vida es como un destino reiterado. Me pasó en México, es una aldea encontré el mismo silencio inédito que en Jacobacci. En Canadá ahí, también otro pueblo, cuando vi la ventana me sorprendí porque era una ventana del sur. Todos los pueblos son el mismo pueblo”, reflexiona.

Por estos días en radios y streaming se escucha el tema “Orgullo” que forma parte del último disco de León Gieco.

“Yo que nací Fernando Noy y una abuela que era la que me entendía, ese amor siempre estuvo arriba, crecí buena gente y escritor, ahora tengo muchos libros sinceros y el orgullo de ser quien soy”, canta León.

“Han pasado tanto años, no días, ha sido una vida, tantos nombres. Batato, Alejandra Pizarnik, José Donoso y Pedro Lemebel (el famoso poeta chileno), que venía a mi casa cuando estaba en Buenos Aires”, recuerda.

Como si el tiempo fuera un conjuro, Noy acelera los segundos. Recuerda, sí, pero ya está en lo siguiente.

“Me nombran aquí, allá, y de pronto me doy cuenta de que eso sucede”, dice.

“Estoy en otra, ansioso por lo que vendrá. Es tan grande el panorama, poesía, carnaval, tan ecléctico. Alguna vez Mercedes Sosa dijo: Noy nunca va envejecer porque sigue su deseo. Noy sigue su deseo”, reflexiona a los 71 años cumplidos en noviembre.

Dentro de poco podrán comenzar a leerse y verse en el barrio del Abasto (entre la Av. Corrientes y Juan D. Perón), el mismo donde vivió su amigo Luca Podran, poemas suyos ubicados como pasacalles luminosos.

Ocurrirá en el marco de la nueva galería abierta que llevará la firma de artistas plásticos como Delia Cancela, Isol Misenta y María Luque, entre otras.

“Todo se va cabalgando con ritmo vertiginoso por eso me tengo alejar un poco para escribir”, dice Noy.

Y en un pausa explica que está corrigiendo poesía y preparando un libro de cuentos.

Todo ocurrirá, en breve. Siempre es hoy para Fernando, “La Noy”.