A 160 AÑOS DE UN VIAJE FUNDAMENTAL PARA LA HISTORIA REGIONAL

| 07/12/2022

Anécdotas de un frustrado viaje en bote desde el lago Nahuel Huapí a Patagones

Anécdotas de un frustrado viaje en bote desde el lago Nahuel Huapí a Patagones
Varios días invirtió la expedición en buscar "el desagüe", es decir, el nacimiento del río Limay. Foto: Matías Garay.
Varios días invirtió la expedición en buscar "el desagüe", es decir, el nacimiento del río Limay. Foto: Matías Garay.

El médico chileno Guillermo Cox se había propuesto llegar por vía fluvial a Carmen de Patagones. Su periplo comenzó un día como hoy en Puerto Montt. No pudo cumplir con su objetivo, pero legó un testimonio invaluable.

El 7 de diciembre de 1862 se inició un viaje desde Puerto Montt que se relaciona íntimamente con la historia barilochense de largo plazo, aunque claro, por entonces la ciudad no existía. 160 años atrás, el contingente que tenía como líder al médico chileno Guillermo Cox partió en dirección a la cordillera con el ánimo de unirla por vía fluvial con Carmen de Patagones, previa navegación del lago Nahuel Huapi. Por entonces, el conocimiento que tenían en Santiago y Buenos Aires sobre la zona era muy ambiguo y como prueba, está el destino final que corrió aquel intento.

Para su diario, registró el expedicionario el momento de su partida: “Era un día domingo; el tiempo bastante claro para un país lluvioso como éste; salí de Puerto Montt a las cuatro de la tarde, acompañado de Lenglier (su segundo) y del mayordomo. Las cabalgaduras que llevábamos sólo nos iban a servir hasta el lago de Llanquihue; de ahí para adelante, la marcha iba a ser a pie. Vicente Gómez desde la víspera había expedido todos los bagajes y los peones al lago, en donde debían esperarnos; los peones eran catorce, de los cuales nueve debían volver con Vicente Gómez, una vez construida la embarcación en el lago Nahuel Huapi, y los otros cinco me iban a acompañar hasta el fin de la expedición”.

En efecto, Cox planeó la construcción de una chalupa en las playas lacustres para acompañar el curso de las bravías aguas del Limay, que por entonces, eran bastante más bravas que en la actualidad, ya que estaban libres de represas. El contingente demoró 20 días en divisar de lejos las aguas del Nahuel Huapi, después de subir a las alturas cordilleranas con no poco trabajo y de padecer cambiantes condiciones climáticas.

“Tenía delante de mí dos cursos de agua tributarios de océanos distintos: el Peulla que corre por el lado oeste de los Andes hacia el Pacífico, y el río Frío que se dirige al Atlántico”, consignó Cox. “Cerca de la laguna Fría, pero más elevado, otro lago pequeño, ostentaba como azulado espejo sus cristalinas aguas: era el de los Canqueñes (sic): con cuyo nombre lo bautizaron los primeros exploradores. Haciendo una media vuelta y mirando en una dirección opuesta, tenía a mis pies el lago de los Guanacos, cubierto casi enteramente por la nieve, y más abajo percibía el lago de Nahuel Huapi”.

Pero el trasandino se había fijado un destino muy oriental. “Más al este, el horizonte de un azul claro sobre que el que dibujaban sus cretas las montañas que rodean el lago, diadema de agua azuleja colocada en la sien de los Andes por la mano poética de la naturaleza. Tenía, pues, delante de mí el camino que debían conducirme por el Río Negro (sic) a las orillas del Atlántico. Tenía a la vista el lado oriental cuya exploración era, desde algunos años el objeto de mi pensamiento y el fin de mis deseos”.

A las 11 de la mañana del 28 de diciembre, los viajeros estuvieron en las orillas del lago y los carpinteros comenzaron a desplegar su faena. Puede establecerse con bastante precisión dónde estuvieron, porque Cox consignó que “la orilla en donde nos encontrábamos acampados se llama Puerto Blest, este nombre se lo dio el Doctor Fonck en honor del intendente de Llanquihue, que en la época de su expedición, era don Juan Blest”.

Como ya mencionó en repetidas oportunidades el diario El Cordillerano, el viaje de Francisco Fonck, Federico Hess y sus acompañantes, se produjo en 1856. En esa oportunidad, alemanes y chilenos llegaron hasta Península San Pedro -también se les debe su nombre- y pegaron la vuelta. En esta oportunidad y a pesar de enfrentar dificultades desde el vamos con su embarcación, Cox pudo llegar un tanto más lejos, pero no mucho.

A fuerza de remar, la chalupa se hizo a la navegación por el brazo Blest el 4 de enero. Al día siguiente, los navegantes se valieron de una vela con la firma decisión de encontrar “el desagüe”, es decir, el nacimiento del Limay. Para hacerlo, Cox ordenó dirigirse hacia la Punta San Pedro para desde allí, tener un mejor panorama hacia el este. En la orilla hoy neuquina, el viajero divisó aparentemente dos huemules y bautizó al lugar Puerto del Venado, denominación que prevalece hasta hoy, aunque sin la preposición.

El 6 de enero “resolvimos dirigirnos a una abertura que divisábamos al este, aunque yendo siempre con mucha precaución, porque desde la víspera íbamos encontrando palos quemados, tizones, restos de fogones extinguidos, así como estiércol de caballo, manifestándonos que los indios frecuentaban esos parajes”, anotó Cox. ¡Y claro! Por diversos inconvenientes, el ingreso al Limay recién se produjo al atardecer de esa jornada y además, el grupo apostó a cruzar sigilosamente.

Un mes después de partir de Puerto Montt, se acabaron las andanzas de los navegantes. Entre las piedras y los rápidos, su chalupa se hizo añicos, aunque los náufragos sólo sufrieron unas cuantas mojaduras. Cox tuvo que desechar su plan de arribar a Patagones por vía fluvial, aunque pronto volvería a la carga, valiéndose de interlocutores que él llamó pehuenches. Pero esa, esa otra trama de una historia apasionante que todo barilochense debería conocer.

Por Adrián Moyano (El Cordillerano)

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