2019-06-22

El día que una maragata fue primera dama

Este sábado en el grupo de Facebook "COMARCA PATAGONES/VIEDMA: UN VIAJE AL PASADO", que fue declarado de Interés Cultural, se publicó una de las tantas historias de nuestra comarca dignas de ser difundidas.

Se trata de la época en la que una maragata se convirtió ni más ni menos que primera dama de la Argentina.

Ana Bernal Harris de Justo fue una distinguida mujer de Patagones y llegó a ser primera dama de la Argentina al contraer matrimonio con Agustín Pedro Justo, quien ocupó la Presidencia de la Nación entre el 20 de febrero de 1932 e igual fecha de 1938.

Ana nació el 2 de junio de 1878 en El Carmen. Era hija del general Liborio Bernal, jefe de la comandancia militar de Patagones, y Ana Harris quien era descendiente del corsario Jaime Harris que tuvo un valiente desempeño en la Gesta del 7 de Marzo.

El antiguo hospital de Patagones contó con su permanente apoyo y recibió oportunamente el nombre de Ana Bernal de Justo.

Lo mismo ocurrió con la iglesia parroquial, cuyas gestiones posibilitaron la ampliación del sagrado templo, la adquisición de las torres y la adquisición de las campanas.

El Doctor Rosendo Fraga en su libro titulado “El General Justo” aportó datos desconocidos sobre el militar y su esposa. Allí consignó que en febrero de 1902 nació su primer hijo llamado Liborio y hasta 1913 nacieron otros siete hijos de la familia Justo-Bernal.

Además de Liborio, sus otros hijos fueron Agustín, Pedro que murió a los cinco años y Horacio que también falleció a los 14.

El quinto vástago fue una mujer, Virginia Raquel, y el sexto el varón Eduardo Florencio, quien murió en un accidente de aviación a los 23 años.

Por último nació Elcira María, muerta al año por meningitis, en lo que fue una larga historia de desgracias en la familia.

Vida política de Justo

Como decíamos al principio, asumió en 1932. Además de la convulsión política debida al Golpe de Estado de 1930, debió hacer frente a los resultados de la Gran Depresión que había acabado con el superávit comercial y el pleno empleo de los gobiernos de Yrigoyen y Alvear.

Su primer ministro de Hacienda, Alberto Hueyo, tomó medidas sumamente restrictivas sobre la economía. El socialista independiente Antonio de Tomaso, en Agricultura, lo acompañó; se redujo el gasto público, se contrajo la circulación de moneda y se aplicaron medidas de austeridad fiscal.

Un empréstito patriótico buscó fortalecer las arcas del fisco. El primer impuesto sobre la nafta sirvió para financiar la Dirección Nacional de Vialidad, que acometería la mejora de la red vial. Las dificultades del programa de Hueyo convencerían finalmente a Justo de adoptar este modelo, de índole dirigista, en su política económica.

También fomentaría este proyecto el intendente de Buenos Aires, Mariano de Vedia y Mitre, que emprendió un ambicioso proyecto de organización urbana, en la que abrió las Diagonales Norte y Sur, pavimentó la avenida General Paz, ensanchó la calle Corrientes, construyó el primer tramo de la avenida Nueve de Julio y erigió el Obelisco.

La sustitución de Hueyo por el socialista disidente Federico Pinedo (Partido Socialista Independiente) marcaría un cambio en la política del gobierno. La intervención gubernamental en la economía se hizo más marcada, creándose la Junta Nacional de Granos, la de Carnes, y poco tiempo más tarde, con el asesoramiento del economista inglés Otto Niemeyer, se crearía el Banco Central de la República Argentina.

Uno de los más controvertidos sucesos del mandato de Justo tuvo lugar en 1933, cuando las medidas de protección de la producción adoptadas por el Reino Unido llevaron a Justo a enviar al vicepresidente, a la cabeza de una delegación técnica, a tratar la adopción de un acuerdo comercial que obtuviese condiciones ventajosas para la Argentina.

Los británicos habían adoptado, en la Conferencia de Ottawa de 1932, medidas tendientes a favorecer la importación procedente de sus colonias y dominios; la presión de los hacendados argentinos para que el gobierno restaurase el comercio con el principal comprador de granos y carne argentinos había sido enorme. Las negociaciones, lideradas por el presidente del concejo de comercio británico, el vizconde Walter Runciman, fueron intensas, y resultaron en la firma el 27 de abril del pacto Roca-Runciman.

El tratado suscitó escándalo, pues el Reino Unido aseguró a la Argentina solo un cupo inferior al de sus dominios, de 390 000 toneladas anuales de carne, a cambio de cuantiosas concesiones para las empresas británicas. El 85 % de la exportación debía realizarse a través de frigoríficos extranjeros (en su mayoría eran estadounidenses e ingleses), las tarifas de los ferrocarriles operados por el Reino Unido no se regularían, no se fijarían derechos aduaneros sobre el carbón, se daría tratamiento especial a las empresas británicas con inversiones en Argentina y se reducirían los precios de la exportación.

No menos problemáticas resultaron las declaraciones del vicepresidente Roca, que afirmó tras la firma del pacto que «por su importancia económica, la Argentina se parece a un gran dominio británico».

El Partido Demócrata Nacional, uno de los que había apoyado la candidatura de Justo, se dividió a causa del hecho. Finalmente, el Senado refrendó el pacto el 28 de julio. Varias huelgas jalonaron las deliberaciones, en especial en la provincia de Santa Fe, que acabó siendo intervenida por el gobierno central.

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