21/08/2022

De serie: la pericia con la que un barilochense demostró en EE.UU. las mentiras de un ex militar juzgado por la Masacre de Trelew

Por Claudio Andrade

De serie: la pericia con la que un barilochense demostró en EE.UU. las mentiras de un ex militar juzgado por la Masacre de Trelew

Una pericia realizada por un destacado físico forense del Instituto Balseiro de Bariloche dejó en evidencia las mentiras del ex marino Roberto Bravo durante el juicio llevado adelante en los Estados Unidos donde fue condenado en julio pasado por su responsabilidad en la masacre de Trelew en 1972. 

La declaración de Rodolfo “Willy” Pregliasco del Instituto Balseiro de Bariloche, fue clave para convencer a un jurado norteamericano donde estaba representada la comunidad del estado de Florida. 

El testimonio del científico sorprendió a los abogados defensores que, según trascendió, nunca imaginaron que la parte acusatoria, encarnada en familiares de cuatro las víctimas, aparecería con una investigación que solo podrían pagar los mejores estudios jurídicos del país.

Es que la investigación de Pregliasco, integrante de la Comisión Nacional de Energía Atómica e integrante del Consejo Asesor del Programa Nacional de Ciencia y Justicia del CONICET, fue realizada en primer término, para ser presentada en 2010 ante el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia que condenó en 2012 a los ex marinos Luis Sosa, Emilio Del Real y Carlos Marandino por su participación en los crímenes de lesa humanidad en Trelew.

Pregliasco analizó la zona de impacto y dirección de los tres proyectiles que en teoría fueron disparados por los detenidos, según la declaración de los militares. Justamente Bravo era el principal promotor de la teoría de que los reclusos políticos le quitaron el arma a uno de sus guardianes y dispararon en tres ocasiones contra quienes los custodiaban.

Según Bravo, en el momento en que el ex marino Luis Sosa hacía una suerte de ronda junto a los prisioneros, Mariano Pujadas le quitó su revolver calibre 45 y comenzó a tirar. 

En el relato de los militares, ellos respondieron a una agresión que desató la matanza. Bravo llegó a declarar “le disparé a todo lo que se movía”, es un detalle de sus acciones.

El físico del Balseiro, que ha investigado las muertes violentas de Teresa Rodríguez durante la pueblada en Cutral Co y de Kosteki y Santillán, entre otros casos de gran trascendencia, trabajó durante meses en las instalaciones de la Base Almirante Zar para reconstruir los hechos. 

 

 

Es posible que el jurado no conociera la reputación del científico argentino, pero es casi seguro que algunos ellos vieron capítulos de la famosa serie de televisión norteamericana CSI Miami, de la que Pregliasco fue asesor justamente para recrear una compleja investigación donde el físico forense utilizó ondas de sonido con el propósito de demostrar cómo se cometió un crimen. 

La defensa de los demandantes argentinos, compuesta por los prestigiosos estudios jurídicos Keker, Van Nest & Peters LLP y Markus / Moss PLLP, una vez leído el trabajo del científico entendió que tenía un as bajo la manga.

 

 

Hasta este momento, y por décadas, la batuta del relato la llevaba Bravo, quien, testigo privilegiado al fin de cuentas del horror, se atrevió incluso a pedir permiso en una de las jornadas para levantarse y reproducir los hechos de 1972. El ex militar, convertido en millonario gracias a la prestación de servicios al sector de defensa en Estados Unidos, confiaba en que difícilmente un jurado norteamericano podría rebatir sus recuerdos personales. 

“En la versión de Bravo, Pujadas le quitó el revolver a Sosa quien, en una acción poco profesional, llevaba al ristre el revolver listo para disparar, mientras se paseaba junto a un grupo de 16 personas que ellos consideraban terroristas peligrosos. Desde ya esto suena sospechoso”, reflexiona Pregliasco.

Bravo, recuerda a El Cordillerano hoy el científico, se levantó de su asiento y simuló una escena violenta en la cual uno de los reclusos le quitaba un pistola calibre 45 a un militar y realizaba 3 disparos desde una ubicación concreta, en contra de los militares. Estos fueron los disparos que, en su recreación, iniciaron y justificaron la balacera fatal.

“Salió del estrado y se ubicó en una posición de disparo que daba una distancia de cuatro pies (1.21 metros) del piso. Mi cálculo de trayectoria mostraba que eso no podía haber sucedido nunca. Bravo aseguraba que el tiro había salido desde la cintura”, recuerda el físico forense.
Buscando en una de las paredes del edificio, Pregliasco y un equipo encontraron huellas históricas de los disparos que mencionaban los militares en sus declaraciones en 1972 y cuyos impactos fueron fotografiados por la revista “Así”.

Para lograrlo tuvo que cotejar versiones con la ayuda de tomografías con rayos gamma, rastrear en paredes y finalmente determinar el ángulo de tiro y ventanas, el orificio que dejaron las balas. “Pero el ángulo de impacto no se condecía con la declaración de Bravo”, señala Pregliasco. Bravo aseguraba que el disparo inicial había salido desde la altura de una cintura, el análisis físico forense demostraba que el tiro tenía su origen mucho más arriba. Por sobre la cabeza de alguien muy alto. 

“Había una foto de la revista Así, que forma parte de la pericia, y que había sido tomada en el lugar de los hechos días después de la masacre. Se visualizan las marcas de dos impactos en una puerta y otro en una bisagra. De cara al juicio de 2010 pudimos reconocer la puerta y las marcas y, de acuerdo a nuestros cálculos, los disparos tenían que haberse hecho desde muy arriba para que coincida con él angulo de los disparos encontrados. Cuando Bravo pidió ejemplificar lo que sucedió se vendió solo y quedó en evidencia”, señala Pregliasco.

“El único que pudo hacer esos disparos es él mismo y tiene sentido que hayan disparado después para justificar la masacre”, continúa.

Pregliasco escuchó atento y en la siguiente sesión solicitó su turno de contar la historia desde un punto de vista científico. Ante un jurado sorprendido, el respetado físico argentino reveló porque era imposible el relato de Bravo. Por un momento, el jurado parecía una serie de Netflix, reconoce Pregliasco.

“Este es un fallo histórico. Los miembros del jurado no creyeron la versión de Bravo del intento de fuga y de la autodefensa. Más allá de que el veredicto se refiere lo que sucedió con estas cuatro víctimas, en definitiva dice que fue responsable de la masacre”, detalló Sol Hourcade, la coordinadora del equipo Memoria, verdad y justicia del CELS, que acompañó el litigio civil junto al Center for Justice and Accountability (CJA) de Estados Unidos, para un completo reporte del caso que desarrolló el área de prensa del CELS.

En la masacre de Trelew murieron: Carlos Heriberto Astudillo, Rubén Pedro Bonet, Eduardo Adolfo Capello, Mario Alberto Delfino, Carlos Alberto Del Rey, Alfredo Elías Kohon, Clarisa Rosa Lea Place, Susana Graciela Lesgart, José Ricardo Mena, Miguel Ángel Polti, Mariano Pujadas, María Angélica Sabelli, Humberto Segundo Suárez, Humberto Adrián Toschi, Jorge Alejandro Ulla y Ana María Villarreal de Santucho. María Antonia Berger, Alberto Miguel Camps y Ricardo René Haidar también recibieron impactos aunque sobrevivieron el tiempo suficiente para contar los hechos. Posteriormente fueron desaparecidos de la dictadura.
Bravo fue condenado a pagar 24 millones de dólares a los familiares de las víctimas.

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