El norte de la costa atlántica rionegrina cuenta con una importante riqueza como producto de naufragios de embarcaciones.

Al clíper dinamarqués El Cóndor le sucedieron varios como el del Ludovico, un carguero de 60 metros de largo (eslora), 10 de ancho (manga), con empuje motriz de calderas y sus respectivas hélices.

Fue botado en 1908 en Buenos Aires, y vendido a Chile en 1916. La historia marina indica que precisamente el 11 de Julio de ese año, en viaje de Buenos Aires a Punta Arenas naufragó en Bahía Rosa, a 50 millas de la boca del Río Negro.

Quedó intacto sobre la restinga de la costa, pero posteriormente fue arrasado por el accionar de los vecinos y turistas, quienes con los años se llevaron planchas metálicas, maderas, distintos elementos de platería, telas, diversos artefactos de navegación e incluso el ancla, quedando sepultadas en la arena las calderas y dos hélices.

El improvisado “desguace” de lugareños hizo perder un teroso marino. El ancla pasó de mano en mano e incluso fue exhibida en un restaurante al aire libre que se instaló –con paso efímero- en la década del ’90 en la costanera de Viedma, al lado de la calesita. Desarmaron el local gastronómico, y el ancla desapareció. Algunas versiones indican que se encuentra en el casco de la estancia de una tradicional familia viedmense.

Una de las hélices tuvo un poco más de suerte de ser recuperada para el patrimonio histórico, luego de que fructificaron gestiones de algunos vecinos que la encontraron en otro campo de otra tradicional familia viedmense.

Hacia fines de la década del ’90, se consiguió que el responsable del campo la deposite como si fuera un producto de chatarrería en una de las plazoletas de la avenida costanera de El Cóndor, junto a un mástil de telefonía celular.

La plazoleta y la hélice con su respectivo eje de bronce presentan signos de descuidos, y por ahora esa riqueza histórica marítima es víctima del olvido y abandono.