27/10/2021

El detrás de escena de El Caldero: un espacio teatral que no para de cultivar arte

Miguelina Lariguet y parte de sus alumnos charlaron con NoticiasNet sobre la pasión que le imprimen a esta disciplina, las complejidades contra las que luchan a diario y las formas de comunicar desde las tablas.

El detrás de escena de El Caldero: un espacio teatral que no para de cultivar arte

Hablar de un espacio destinado al arte en la Comarca nos lleva a El Caldero, la sala teatral que ya es un atractivo natural en Patagones, en Patagonia 277. Y adentrándonos en sus rincones, en esa magia que se percibe en sus paredes y se respira en su escenario, nos lleva a Miguelina Lariguet, toda una institución en el lugar.

En una charla con NoticiasNet, habla del presente, pero también de su trayectoria, de una vida respirando teatro como estilo de vida. “Empecé desde muy chica, cuando mis padres hacían teatro en el Centro Cultural y a todos los hijos nos dejaban recorriendo en los pasillos”.

“En ese entonces, Francisco Javier, que era un director muy reconocido, que ya falleció, de tanto que nos veía dando vuelta, decidió hacer una obra para los chicos y así fue como empecé. Mis primeros pasos fueron ahí. Ahora hace 15 años que estoy, desde que volví de Buenos Aires, en el Centro Cultural, que es como mi casa”, agrega Miguelina, con un dejo de emoción en su voz a punto de quebrarse.

En el diálogo la acompañan un grupo de estudiantes que viven este arte de la misma manera que ella. La gran mayoría, que se fue por estudio, descubrió la disciplina en otras ciudades, pero de regreso, quisieron continuar. Rolando Bonifatti lleva 10 años estudiando arte, Giuliana Basso admite que perdió la cuenta, y que desde toda su vida está subida a las tablas, Liliana Vila lo descubrió de tanto acompañar a su hija, Nicolás Mazella es uno de los nuevos, que rápidamente se enganchó con la propuesta, Cristina Toledo lleva cinco años y Pablo Baffoni hace dos años que incursionó en este universo. 

Lo que representa la sala, como sucede en cada espacio destinado a la cultura, tiene su propia impronta. En este caso, a la hora de definir a El Caldero, Miguelina no lo dudó: “Surgió como un teatro de cercanía, por eso es acogedor y chiquito, pero con el propósito de que el espectador que venga sienta al que está acá, que sienta la respiración del que está en el escenario”.

“Es totalmente distinto a los teatros a la italiana, donde el cuerpo del actor está mucho más lejano. No es peor o mejor, es otro estilo. Esto es muy cálido, incluso hemos hecho fiestas para juntar fondos para hacer los techos, tiene esas cosas. Fue maravilloso, sobre todo por la energía fundante que quedó en todo este espacio”, sostiene.

—¿Cómo sobrevivió el teatro en pandemia?

—Muy difícil. Nos tuvimos que organizar en red de salas en la provincia de Buenos Aires y en Río Negro también hay un montón de colectivos. Muchos teatros tienen que pagar un alquiler, gente que quedo en la calle...nos fuimos organizando y pudimos conseguir subsidios, el Instituto Nacional del Teatro tiene mucho que ver con que hayamos mantenido las salas. Acá se pusieron ventanas con esos subsidios y, no quiero compararlo con Cromañon, pero la pandemia abrió las paredes de los teatros, porque es una caja escenica cerrada. 

—¿Cómo es la respuesta del público?

—Por suerte la gente está respondiendo, nosotros necesitamos mucho de la gente, que consuma cultura. De todas manera, por más que el aforo es total ahora en provincia de Buenos Aires, el público se va sumando de apoco. Queremos que se sepa que el teatro cumple con todas las medidas y los protocolos.

—¿Con qué se encuentra la gente se inicia en esto?

—Te genera mucho bienestar en el sentido de que podes realizar muchas actividades de expresión, expresarte de una manera que por ahí en la vida cotidiana cuesta por las relaciones políticamente correctas. En el teatro se pueden expresar un montón de mensajes que en la sociedad estructurada no caerían bien. Por todas esas cuestiones el teatro es una gran herramienta para cuestiones personales, como grupales y hasta sociales.

—¿Se puede vivir del teatro?

Yo trabajo como docente de teatro, soy tallerista, y me dedicó a esto full time. Vivo de la docencia de teatro. Es un oficio, lo hago con pasión, pero la idea es que también que sea redituable. Osea se puede, no es imposible, pero hay que trabajar muchísimo más, el doble, el triple y hasta te diría el cuádruple que en otras profesiones. El elenco que viene el sábado 30 y domingo 31 se lleva el 70 por ciento de la recaudación de entradas y el 30 queda para la sala que se encarga de todo lo que es la producción. En ese porcentaje hay que contar el combustible, y ahí no cierra, no es redituable. En noviembre vienen dos elencos de Pigüé, que ellos se van a pagar la nafta y yo tengo una casa en la que les puedo dar el alojamiento. Entonces, para que sea redituable, un trabajo digno, hay que hacer muchas gestiones municipales y provinciales. Ahí pedimos por favor el combustible si es un festival, la comida, y demás. La cultura le da la mano a la hotelería y a la gastronomía y necesitamos de eso, que nos vea el Estado, pero también el privado, porque sino no se puede. Hoy, con la entrada solamente, no es redituable. En mi caso porque no pago alquiler y mi casa tiene la posibilidad de darle alojamiento al que viene, sino...

—¿Cómo llegan las obras a El Caldero?

—Como productora me fijo mucho en las temáticas. La idea es que tanto los guiones como la estética de las obras conmuevan al espectador y que ese espectador se vaya transformado, que no pasa siempre, pero a veces sucede. A mí me ha pasado de tener algún prejuicio, algo que me choque, y cambiarlo después de ver una obra. Entonces, yo como productora, busco eso. Busco obras que impacten desde el texto o desde el vestuario, desde un conjunto de signos como puede ser la música, la escenografía. Generalmente son obras adaptadas de clásicos. Ahora va a venir Macarena Trigo, de Pigüé, que va a traer una obra que es una adaptación de las canciones de cuna de García Lorca. Yo lo que hago es ver los trailers, ver el material, para ver si me gusta y si le puede gustar a los espectadores. 

—El teatro tiene sus diferencias con la pantalla…

El teatro es tracción a sangre. Es el cuerpo del actor y el cuerpo del público que se juntan y chocan en un momento. Sin esa unión no sucede el hecho teatral. Al actor y a la actriz que está ahí adelante se les ve todo; si está transpirando, como trabaja la voz...se supone que el actor tiene que estar preparado, por eso es tan completa y compleja esta disciplina, porque tenés que trabajar el cuerpo, la voz. El tema es que tenes la devolución del mismo público al instante. En la tele, el que no quiere mirar, cambia de canal. Acá se refleja mucho lo que siente el actor. Acá se nota todo, si se ensayó o no, si el texto está recitado, todo eso el público lo ve.   

—¿Con qué se puede encontrar el público que quiera ver obras en los próximos días?

Sábado 30 y domingo 31 a las 21 la presentación de La Aurora, un monólogo de Lago Puelo, de la Comarca Andina, Paralelo 42. Es una obra en la que el actor interpreta a una travesti que está muy enojada, que todo su derrotero, a través de un episodio que le sucede, como queda sobre la maternidad y la mirada que tienen sobre ella. 

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