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| 11/10/2021

El libro de muertes y el cementerio son un archivo histórico con valor patrimonial

El libro de muertes y el cementerio son un archivo histórico con valor patrimonial

El sombrío marco paisajístico quizás no acompañe demasiado. Sin embargo, entre los 30.000 sepulcros que yacen en la necrópolis capitalina, se guardan los restos de personas de reconocida actuación histórica.

El registro de ingresos ofrece un buen ejemplo de estos argumentos,  aunque no estén todos incluidos como los casos de las mujeres Louiza Steerling de 1864, y Catalina Pazos de 1896.

La primera muerte anotada en un tremendo libro –que será sometido a conservación- data de 1901, y allí figura como primer fallecido Vicente Cegarra, sin mayores precisiones.

La imagen demuestra que muy pocos intervinieron en la prolija escritura de quienes comenzaron a llenarlo desde entonces.

Un análisis visual al que accedió NoticiasNet permite observar que en principio se utilizó Tinta China, y algunas hojas se encuentran deterioradas pese al cuidado y preservación que imprimen los empleados municipales.

Con los años, la prolijidad continuó pero el plumín fue remplazado por un bolígrafo.

En ese voluminoso libro, figura en forma repetida Avelino Casella, el fallecido propietario de la empresa homónima de servicios fúnebres. “Es que a veces la gente no tenía familia o no podía pagar el costo del servicio, y este hombre se hacía cargo” para que pueda tener cristiana sepultura, destaca Rubén Raschella, uno de los históricos empleados junto con Oscar Robledo.

La necrópolis está cargada de personalidades políticas, educativas y religiosas. Por caso, el panteón del primer gobernador constitucional Edgardo Castello, de Gerardo Gasquet quien se desempeñó del secretario interino de la gobernación del territorio nacional de Río Negro e impulsó en 1891 el primer censo escolar, del presbítero Raúl Entraigas de dilatada trayectoria docente, periodística y literaria (autor del libro el Fuerte del Río Negro), y asesor del Club San Lorenzo de Almagro.

Otro ilustre, que está sepultado allí es el ingeniero Eliseo Schieroni, héroe de salvatajes de la inundación de 1899, y fundador en 1917 de la Escuela Normal que formó los primeros maestros para la Patagonia.

La necrópolis ofrece un interesante elenco de datos e informaciones de carácter histórico, pues también yacen ahí el sacerdote Evasio Garrone quien ejerció como médico en el hospital San José –anterior al Zatti-, y el mantenimiento de su panteón está a cargo del Círculo Católicos de Obreros.

Como implica uno de los recursos patrimoniales más complejos y, a la vez, desconocidos, la actual gestión municipal avanzó en el reconocimiento de este lugar.

Los funcionarios municipales Gastón Gutiérrez y Juan Casadei destacaron ante este medio que la revalorización inicial comprendió la reconstrucción de una calle de acceso y de la capilla, y la instalación de cámaras de seguridad, entre otras cosas.

Asimismo, para convertirlo un recurso patrimonial de la ciudad, la comuna se hizo cargo de otorgarle valor a tres bóvedas. La de Castello, la del médico de destacada actuación en la comunidad Antonio Sussini, y también la de Gregorio Albarracín.

Supuestamente esta última personalidad es la menos conocida, pero su trayectoria merece un reconocimiento.

Se trata del primer colono argentino que se instaló en la Patagonia Austral en 1868 llevando ovejas desde el puerto de Patagones en el velero Santa Rosa. Una enfermedad lo obligó a regresar, y se reincorporó al Ejército con su grado de teniente que obtuvo al participar de la guerra del Paraguay. Al agravarse su salud, falleció el 5 de noviembre de 1885 a los 35 años.

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