08/07/2019

Una ostra exótica japonesa amenaza la biodiversidad submarina

Organismos científicos y el Estado nacional llevan adelante un plan de lucha contra su desarrollo y expansión.

Una ostra exótica japonesa amenaza la biodiversidad submarina

 

La ostra japonesa Crassostrea Gigas es oriunda de las costas asiáticas del Pacífico. Es una de las más cultivadas con fines gastronómicos y una de las más solicitadas por los comensales que asisten a los mejores restaurantes del mundo.

Sin embargo no solo no fue bien recibida en Argentina sino que obligó a ejecutar un protocolo de protección ambiental. Es que no apareció masivamente en góndolas de frío de pescaderías y supermercados sino en nuestro lecho marino en diversas áreas de la costa patagónica.

Dos buzos oriundos de Puerto Madryn las detectaron mientras exploraban en el Golfo Nuevo y a partir de ese día se supo que un nuevo molusco incrementaba la lista de especies que podían poner en riesgo parte de la biodiversidad marítima costera.

 

 

¿Cómo es que llegó desde Japón hasta nuestra costa atlántica? Pues seguramente adherida al casco de algún barco o en las alforjas de alguien que la introdujo para intentar cultivarla con fines comerciales. 

La investigadora Evangelina Schwindt miembro del CENPAT, directora del Grupo de Ecología en Ambientes Costeros viene trabajando hace años con especies exóticas invasoras con el objeto de asesorar al Estado respecto de las acciones preventivas y de mitigación necesarias para enfrentar este problema.

Esta ostra exótica japonesa pudo expandirse exitosamente porque su nuevo hábitat carece de depredadores naturales que controlen su población. Por eso constituye una amenaza para la biodiversidad marina y obligó al Estado argentino a ponerla en la mira.

Para realizar esta defensa de la biodiversidad la Argentina viene utilizando un protocolo de detección rápida de especies exóticas invasoras en puertos y zonas aledañas, elaborado en el marco de un proyecto coordinado por la Secretaría de Ambiente de la Nación, a cargo de Sergio Bergman, con financiamiento del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF) y bajo la asistencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

"A esta ostra hay que sacarla de nuestro hábitat. Hoy estamos recorriendo diferentes lugares con buzos y realizando la extracción de manera manual. Las estamos quitando y luego siempre queda un monitoreo de otros lugares en los que la especie pudo haber aparecido", asegura Schwindt.

La investigadora se muestra optimista: "En muchos lugares del mundo se la pudo controlar y erradicar. Tenemos la esperanza de que acá también lo logremos", finaliza.

 

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