24/05/2019

25 de Mayo y el blackface que no va más

El blackface está naturalizado y se lo puede ver en las escuelas cada conmemoración por el Día de la Patria.

25 de Mayo y el blackface que no va más

A un día de una nueva conmemoración del Día de la Patria, para muchos argentinos quizás la palabra blackface no sea familiar, como tampoco que Argentina también es afro.

Sin embargo, si cada uno hace el ejercicio de revisar los álbumes familiares y los festejos de esta efeméride nacional, no será difícil verse y recordar a padres, hijos y hasta nietos emulando a la negritud en algún momento de sus vida con la cara pintada. 

Esta práctica y su término surgieron en 1830, con auge en el siglo XIX. Es una técnica muy utilizada en el teatro que no solo consiste en caracterizar a través del maquillaje corporal la negritud fenotípica de los africanos y a su diáspora, sino además, en la exageración de los rasgos, gestos y vestimenta de esta comunidad.

Es por esto que la comunidad negra en Argentina reclama una participación en tan magno evento, apegada a su realidad e insta a que no se perpetúen los estereotipos que asocian a la afroargentinidad con la condición de servidumbre, a través de los ya conocidos personajes de vendedoras de pastelitos pintados con corcho quemado.

Como cada 25 de Mayo, Argentina se vestirá de fiesta y recordará con gran orgullo la conformación del primer gobierno criollo en el Cabildo de Buenos Aires. Se celebrará con bombos y platillos en cada rincón del país, sin el más mínimo reparo en que en 1810, esta nación tenía otros intervinientes en su idiosincrasia y construcción cultural que no precisamente se dedicaban a la servidumbre con todo y las dificultades de la época.

En pleno siglo XXI, es necesario que no se pase por alto que en la historia oficial jamás se incluyó a los que no responden al perfil hegemónico de la “blanquitud europea”, y comprender que la teatralización de una realidad dolorosa e invisibilizada como lo es la matriz afro en Argentina a través del blackface, no se puede seguir transmitiendo en la gran fiesta porque es una mirada sesgada y estereotipada.

 

Por Lisa María Montaño Ortíz

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