11/11/2019

Insensibilidad congénita al dolor y sus consecuencias

La insensibilidad congénita al dolor es una de las llamadas enfermedades raras y sus consecuencias pueden ser muy importantes.

Insensibilidad congénita al dolor y sus consecuencias

 

El dolor, como mecanismo de señalización de problemas en nuestra integridad corporal, tiene una función protectora esencial.

Sin embargo, algunos trastornos pueden alterar la percepción dolorosa, ya sea aumentándola -como el dolor neuropático- o bien disminuyéndola -como la insensibilidad congénita al dolor, también conocida como neuropatía hereditaria sensitivo-autonómica-.

Pocas sensaciones pueden ser tan desagradables como padecer dolor, especialmente cuando supera con intensidad o frecuencia los límites que estamos preparados para gestionar -con los recursos de los que disponemos-.

Por ello, la alteración en un sentido o en otro de la percepción dolorosa puede variar de manera sensible e importante su tolerancia.

El dolor es una experiencia perceptivo-sensorial que se compone de tres dimensiones diferenciadas:

Sensitivo-discriminativa: nos permite identificar cómo es el estímulo en cuanto a localización, intensidad, forma, etc.

Afectivo-emocional: en relación con la valoración que efectuamos sobre si lo que percibimos es desagradable, o si nos provoca miedo o angustia.

Cognitivo-discriminativa: esta función asociada a la percepción dolorosa nos ayuda a entender qué está pasando, cómo lo estamos sintiendo y las posibles consecuencias.

En la insensibilidad congénita al dolor tiene lugar una disminución de la discriminación dolorosa, así como de la respuesta afectivo-emocional. Por tanto, las personas que la padecen pueden sentir un estímulo, pero no ser del todo capaces de localizarlo ni de reaccionar de la forma en que reaccionarían frente a algo desagradable.

Así, por ejemplo, pensemos en una persona que es capaz de diferenciar entre caliente y frío, pero ser incapaz de notar si el agua caliente quema la piel.

Por todo esto, puede afirmarse que la persona que padece este trastorno no tiene conciencia del dolor. Este trastorno también puede presentarse con pérdida del olfato o de la percepción de la temperatura.

Por otro lado, habitualmente, quien padece insensibilidad congénita al dolor suele presentar muchas heridas, moratones, huesos rotos e incluso infecciones; todo ello tiende a pasar desapercibido por la falta de dolor. A nivel general, suelen producirse lesiones en: La cavidad oral; los ojos u oftalmológicas; el sistema músculo-esquelético -lesiones ortopédicas-.

 

 

Tratamiento

 

Debido a que esta condición congénita no se puede curar, el tratamiento se centra en paliar los síntomas. Se pone especial énfasis en el cuidado de los dientes, con particular atención a la aparición de posibles caries e infecciones.

Igualmente, es necesario atender adecuadamente al cuidado de los ojos, de modo que se prevenga infecciones de córnea, ojos secos u otros daños en la superficie ocular.

Fundamentalmente, se trata de un trastorno que requiere tratamiento multidisciplinar y colaboración parental para detectar lesiones desapercibidas.

Además, es requisito indispensable realizar revisiones periódicas de pediatría, ortopedia, odontología, oftalmología o dermatología, para evitar así complicaciones graves.

 

 

 

 

 

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